SAMANTHA PERRY. Vistiendo a un caballero en Moscú.

Recién he terminado de visionar la miniserie “Un caballero en Moscú” (“A Gentleman in Moscow») y una vez reposadas las primeras impresiones, creo necesario trasladar mi valoración sobre el vestuario. Es una producción del Reino Unido, adaptación de la novela homónima del norteamericano Amor Towles dirigida por Sam Miller y Sarah O’Gorman, que narra la reclusión de un aristócrata en un lujoso hotel de Moscú, durante los convulsos años posteriores a la Revolución Bolchevique. Desde el confinamiento forzado, el conde Aleksander Ilich Rostov intenta mantener su dignidad adaptándose a su nueva realidad, encontrando pequeños placeres y relaciones que le permiten preservar su identidad e integridad en un contexto cada vez más hostil.

La miniserie resulta disfrutable. Sin considerarlo un producto de excelencia, el tratamiento de la historia, los diálogos, las situaciones… la convierten en un agradable viaje que desde los interiores del lujoso hotel se refleja el devenir del contexto histórico a lo largo de tres décadas, con sus luces y sombras, alegrías y tristezas. Pero sin duda, la narrativa no alcanzaría la calidad requerida a no ser por la brillantez en interpretación de su absoluto protagonista: el Conde Rostov, a quien da vida un magistral Ewan McGregor. Le acompañan Mary Elizabeth Winstead, Leah Harvey, Alexa Goodall, Johnny Harris, Fehinti Balogun, John Heffernan, entre otros.

Los escenarios de “Un caballero en Moscú” (con algunas excepciones) se limitan a los espacios interiores del Hotel Metropol. Pero contrario a lo que pueda pensarse por esta limitación, la serie posee un destacado atractivo visual. El cuidado tratamiento en este aspecto, en la que se complementan los valores estéticos con los expresivos, convierten al hotel en un protagonista más de la historia, gracias al trabajo de la fotografía de Adam Gillham y Sergio Delgado, el diseño de producción del español Víctor Molero y el vestuario de Sam Perry.

Samantha Perry, conocida como Sam Perry, es una diseñadora inglesa cuyos primeros créditos referencian sus inicios en el medio audiovisual en 2004, alcanzando un total de 29 títulos, la mayoría de ellos para series de televisión. Su reconocimiento ha sido por su trabajo para la exitosa “Killing Eve”, en 16 episodios, de 2020 a 2022, lo cual le valió una nominación a los Premios Emmy en 2020. Otro trabajo destacado, en esta ocasión en vestuario de época, es “Sanditon” en ocho episodios de 2019. Sam Perry también se desempeña como diseñadora de vestuario para comerciales.

No existen apenas reportajes sobre el vestuario de “Un caballero en Moscú”. Las críticas alaban en general, el diseño de producción, sin detenerse en la imagen de los personajes, más allá de la caracterización del protagonista. Ello se debe, precisamente, al mayor logro del trabajo de la creadora del mismo: no destacarse por encima del resto de los aspectos que conforman la imagen narrativa. Varios son los aciertos en el trabajo de la creadora: logra con sutiles cambios de vestuario, indicar tanto las variaciones de los estilos del vestir a lo largo de las décadas, como apoyar la evolución del carácter y las circunstancias de los personajes. El vestuario contribuye también a generar la sensación de claustrofobia que impregna la existencia del Conde, sin dejar de reflejar la refinada elegancia que aún persiste en medio del caos. Los cambios en la imagen de los personajes a lo largo de las décadas reflejan las transformaciones de la sociedad rusa, sin necesidad de recurrir a efectos artificiales

Arriba y abajo: Fotogramas de «Un caballero en Moscú» (2024)

Analizando la visión general de la imagen vestimentaria del conjunto de los distintos capítulos de la serie, se observa el logro de una atmósfera general que se funde sobre los sofisticados salones, elegantes muebles y decoraciones. Sam Perry crea un vestuario que, aún siendo el adecuado para los huéspedes y comensales del lujoso Hotel Metropol, no resulta estridente, ni chocante, con una contención que se adecua a la perfección a la clara intensión de los directores de no caer en dramatismos excesivos, sin dejar de sugerir la presencia -aun en el interior del hotel- de los sucesos del contexto exterior con los momentos de opresión del régimen soviético.

Con el trabajo de Sam Perry se logra que el espectador no se cuestione cómo puede el Conde Rostov mantener una imagen impecable, aún bajo el confinamiento que sufre durante años. Ello se debe a que adecúa con acierto el uso de cada conjunto a las circunstancias y evolución del personaje y, sobre todo, a su carácter: aristocrático, perfeccionista, de una impecable elegancia. Los únicos momentos en los que Rostov refleja su verdadera situación interna es en la intimidad de su humilde buhardilla, en la que en varios momentos su aspecto es el de un prisionero, atrapado en las circunstancias del confinamiento.

Lo mismo sucede con la actriz Anna Urbanova (Mary Elizabeth Winstead), con quien el Conde mantiene un vínculo sentimental; la variación en su vida y los cambios del carácter son perfectamente apoyados por su imagen, la cual transita de la de una diva a la manera de una estrella de cine de Hollywood, a una dama atrapada, junto al conde, en las adversidades de la historia, acentuando la vulnerabilidad y a la vez fortaleza del personaje, cuya carrera artística se ve amenazada por sus vínculos con el aristócrata. En el resto de personajes, como la joven Nina (Alexa Goodall), el agente de la policía secreta Osip Glebnikov (Johnny Harris), encargado de vigilar los movimientos del Conde, o su amigo de la juventud, Mishka (Fehinti Balogun), son vestidos igualmente con acierto. Así mismo sucede con personajes incidentales y figurantes que conforman grupos tan dispares como miembros del partido político bolchevique y soldados o policías hasta los comensales y huéspedes de los ‘nuevos ricos’ en el poder.

Resulta destacable lo inamovible del decorado del interior del hotel, el cual se mantiene detenido en el tiempo, aún cuando se superponen en momentos, pancartas que reflejan imágenes de líderes del estado soviético, proclamas puntuales que contextualizan lo que sucede en el exterior del hotel o militares que invaden la estancia. Sobre ese escenario de estilo art decó, personajes y figurantes desfilan cual si el tiempo se hubiera detenido… generando, eso sí, cierta sensación de decadencia, cual si se luchara por mantener el lujo y la ostentación a toda costa.

A pesar del distanciamiento que provoca escuchar a los personajes hablando en inglés, “Un caballero en Moscú”, resulta un producto audiovisual de interés. Sin exageraciones en el dramatismo que la historia pudiera causar, y con un ritmo pausado con cadencia muy especial, la narración se centra en destacar la resistencia del espíritu humano y la manera en que los individuos se enfrentan a las adversidades. Las relaciones, afectos, solidaridades y el amor, conducen la evolución del prisionero hacia momentos de felicidad. Todo ello, en un escenario en el que los personajes y sus conflictos se funden en un estilo elegante, pero sobrio, reflejo de los intentos de una aristocracia que se resiste a abandonar sus principios éticos y estéticos… y en ellos, el vestuario resulta un componente esencial.

Más información:

“A Gentleman in Moscow (2024)”, por Sarah Lorraine. En: Costume Movie Revew and Podcast, abril 25, 2024. https://frockflicks.com/a-gentleman-in-moscow-2024/

“Un caballero en Moscú. Sam Miller y Sarah O’Gorman 2024”, por Noé R. Rivas. En Mindies, – 14 abril, 2024. https://www.mindies.es/…/critica-de-un-caballero-en…/

Página personal de Sam Perry: https://www.samperrycostume.co.uk/

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